Thursday, May 28, 2009

¿Puede un verdadero creyente dejar de creer?



  • Casi todos hemos visto o escuchado de alguien quien se alejó de la iglesia después de algunos años de haber estado sirviendo en alguna posición de liderazgo. Más de una vez hemos escuchado las historias de ciertas personas mencionando los nombres de los que antes eran pastores, evangelistas o maestros, pero que ahora viven en completa oposición a lo que antes profesaban creer.

    Ante esta situación ¿Qué es lo que podemos contestar a todos aquellos que niegan la validez de la fe cristiana usando tales argumentos? ¿Cómo podemos responder incluso a cristianos sinceros y bienintencionados quienes creen que la salvación se pierde y se encuentran ellos mismos en constante temor de llegar a perderla? Para contestar tales preguntas, es necesario comprender en primer lugar cual es la naturaleza de la salvación: que la salvación es más que levantar la mano, pasar al altar y hacer una oración dirigida por el pastor o el evangelista. La salvación bíblica es mucho más que eso. En segundo lugar, es necesario comprender también cuales son las características o evidencias del verdadero creyente.

    Hace unos días recibí una carta del ministerio de John MacArthur en donde dice lo siguiente:

    “Hace algunos meses recibimos una terrible y angustiosa carta. Provenía de alguien que había sido por mucho tiempo un fiel radio oyente y quien apoyaba al ministerio de “Grace To You”. Su nombre es Steve y su breve nota explicaba con un lenguaje simple pero severo, que él había rechazado a Cristo y que ahora no quería saber más nada de muestro ministerio. El escribió:

    ‘Hace muchos años que he estado recibiendo CD’s, libros y audio tapes gratuitos por parte de su ministerio y he sido bendecido por medio de ellos. Gracias por ello. En un tiempo realmente llegué a apreciarlos.

    Pero ahora ya no creo más en el Dios de la Biblia o en Jesucristo. Diez años de ministerio a tiempo completo me demostraron que Dios no existe y que el Dios de la Biblia no se interesa por nadie. Ahora rechazo al cristianismo y he encontrado la verdadera paz. Lo que fue al principio una gran pérdida, ahora se ha convertido en gozo, paz y libertad. No abandoné la fe debido a algún pecado extremo. La abandoné porque el Dios de la Biblia, Jesucristo y el Espíritu Santo son una mera fantasía. Me siento feliz de que ahora vivo en el mundo real.

    Lo único por lo que me siento culpable es por las muchas personas que conduje a Cristo y los expuse a las mentiras del cristianismo. No estoy enojado con los cristianos. Tampoco estoy enojado con ustedes. Sin embargo, sí estoy molesto conmigo mismo por no haber sido un pensador más crítico. No voy a cometer este mismo error otra vez.

    Una vez más, gracias por los muchos años de “ayuda” y “enseñanza” que compartieron conmigo. Aprecio lo que todos ustedes se encuentran intentando hacer con el conocimiento que tienen. Por favor, quítenme de su lista de correos. Ahorren el dinero y no lo gasten en apóstatas como yo. Lo que he estado haciendo es regalar sus CD’s, pero ahora mi conciencia no puede tolerar más la propagación de una falsa esperanza y decepción’.

    Steve

    Cuando leí estas palabras, no pude menos que llorar y comencé a orar intercediendo por esta persona para que Dios en su misericordia le muestre el gran error en el que se encuentra. Le pido a Dios que nunca permita esto en mi propia vida o en la vida de mis seres queridos. Sería una verdadera tragedia. Después de varios años de servicio fiel al Señor y a Su iglesia, el llegar a la conclusión que todo es un fraude o una falsedad, es la tragedia más grande que nos puede llegar a suceder.

    Los cuatro tipos de terreno

    Pero el que esto suceda en algunas personas, no debería sorprendernos en lo absoluto. Cristo enseñó claramente que no todos los que dicen ser cristianos realmente lo son. En Marcos 4:3-20 Jesucristo mostró esta realidad al hablar de los cuatro tipos de terreno en los que cae la Palabra de Dios. De las tres clases de terreno solo uno es el que lleva fruto. Aunque en los otros tres terrenos la planta nació y hasta cierto punto también creció, no pudo llevar fruto. A simple vista, pareciera que los cuatro tipos de terreno se encuentran igualmente preparados para recibir la semilla. Pero el tiempo deja al descubierto una terrible verdad: no todos los corazones son esa buena tierra en donde debe caer la semilla para que lleve fruto.

    La verdad que encontramos plenamente establecida en la parábola del sembrador es que hay muchas personas que comienzan de una manera muy entusiasta en la fe, pero cuya fe es superficial. Pudieron haber recitado una oración y hasta haber pasado al frente a entregar su vida a Jesucristo, haberse bautizado y hasta hacerse miembros de una iglesia. Pero si estas personas sólo han respondiendo superficialmente sin haber comprendido lo que es el evangelio, entonces no han nacido de nuevo. Ellos no pueden ser creyentes genuinos.

    Nuestra meta no es sólo el llevar a las personas a hacer una decisión. Nuestra meta debe ser el hacerlos discípulos. Y existe una gran diferencia entre los dos. Cuando vemos a alguien que profesó haberse convertido al evangelio y de repente lo vemos abandonar la fe, tales personas no han “perdido su salvación”, como muchos creen. La realidad es que tales personas nunca realmente le pertenecieron a Cristo. Cuando estas personas se “alejan” de Jesucristo y de todo lo que tenga que ver con las cosas de Dios, es porque ellos solo tenían una fe superficial. Ellos eran creyentes sólo por encima, en la superficie.

    Esto no significa que debemos llamar incrédulos a todos los que viven vidas superficiales. Tampoco quiere decir que no debemos gozarnos y alegrarnos cuando una persona decide reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de su vida. Pero no debemos aceptar todas las cosas simplemente basándonos en las apariencias.
  • Cuando una persona nos dice que ellos también "creen en Dios" debemos asegurarnos qué es lo que ellos creen sobre Dios.
  • Cuando una persona confiesa que es cristiana, debemos entender lo que esa persona quiere decir con esas palabras. ¿Acaso cree que es cristiana simplemente porque asiste a una iglesia cristiana?
  • Cuando una persona nos dice que desea recibir a Cristo como Salvador, debemos estar seguros de que ellos han entendido bien lo que eso significa. ¿Será que solo desean seguir el ejemplo de ciertas personas que admiran? ¿Será que solo están respondiendo a los estímulos emocionales? ¿Será que solo están tratando de escapar de algún problema o dificultad emocional?
  • Debemos aclarar bien lo que significa el evangelio de salvación, de otra manera las personas se entregarán a Jesucristo por los motivos equivocados y como resultado sólo engendraremos falsos cristianos.

    Arthur W. Pink describió acertadamente a aquellos que son como la tierra pedregosa en donde la semilla nació rápidamente, pero que no tenía profundidad de raíz:

    “Hoy casi todo lo que tiene que ver con el esfuerzo del evangelismo moderno, es diseñado para producir solamente este tipo de creyentes [los superficiales]. La música, las letras de los coros, las apelaciones del predicador a las emociones, la demanda de las iglesias por los "resultados" rápidos y visibles, no producen más que resultados superficiales. Se insta a los pecadores a que tomen una "decisión" rápida, se les presiona a que llenen un formulario y después se les asegura que todo está bien con ellos; y la pobre alma engañada se retira a su casa con una "alegría falsa y fugaz”.

    Y lo más lamentable es que muchos del pueblo del Señor se encuentran apoyando esta parodia que deshonra a Cristo y que engaña al alma como si fuera el verdadero ministerio del Evangelio
    . (Pink, Las Parábolas Proféticas de Mateo 13, 3. La Parábola del Sembrador. Pág. 20).

    Éstas palabras fueron escritas hace 60 años, pero pareciera que el escritor las escribió hace un año. Eso es exactamente lo que estamos viendo en la mayoría del evangelismo contemporáneo. En nuestro afán y deseo de conseguir "decisiones por Cristo" lo más rápidamente posible, somos a menudo culpables de manipular las emociones de las personas y de diluir la naturaleza del evangelio bíblico. Les decimos a las personas que todo lo que necesitan hacer para ser salvos es “levantar su mano, pasar al frente, repetir una breve oración” y ya está. Apelamos solo a lo superficial.

    Pero el método de Jesús fue totalmente diferente. Él demandaba una entrega total. Y Él todavía demanda que rindamos nuestros esfuerzos por querer salvarnos a nosotros mismos. Él nos manda a que lo sigamos, que confiemos en Él y que dependamos solo en Él. Eso no es una simple decisión que puede tomarse en un momento de emoción. Eso es un compromiso de toda una vida. Debemos enfocarnos menos en las decisiones y más en el discipulado.

    Jesús les dijo a los seguidores potenciales que ellos debían contar el costo. Él les dijo que necesitaban considerar muy cuidadosamente sobre el compromiso que Él los estaba llamando a hacer. Sería muy sabio seguir el método que Jesús usaba y abandonar nuestros propios métodos que ponen el énfasis en las decisiones inmediatas y en su lugar, enfocar nuestras energías en amonestar a las personas a contar el costo de seguirle solo a Él.

    J. C. Ryle escribió lo siguiente al respecto:

    “Por falta de "contar el costo", cientos de convertidos profesantes en ciertas cruzadas evangelísticas se han regresado al mundo después de cierto tiempo trayendo solamente vituperio al evangelio. Estas personas comenzaron con una idea tristemente equivocada de lo que es el verdadero cristianismo. Se imaginaron que el evangelio solo consistía en un llamado a "venir a Cristo" y en tener hermosos sentimientos internos de alegría y paz. Así que, cuando se dan cuenta después de un tiempo que hay una cruz que cargar, que nuestros corazones son engañosos y que siempre hay un enemigo cerca de nosotros, tales personas se alejan indignadas y mejor se regresan a su estilo de vida antiguo y a sus antiguos pecados. ¿Por qué sucede esto? Porque ellos nunca conocieron el verdadero evangelio bíblico. Ellos nunca aprendieron que debemos contar el costo”.
    (Obispo J.C. Ryle, LA SANTIDAD, los Clásicos de Vida Cristiana [Lafayette In.: Sovereign Grace Trust, 1990] Pág. 61).

    Daviel D’Paz

2 comments:

Anonymous said...

Muy buena entrada, esto debieran saberlo todos los predicadores para que dejen de acumular castigo en el dia de la manifestación de la ira de Dios.

Predicar es algo muy delicado y muy peligroso, sin temor de Dios podemos llegar a ser los mas viles y crueles de todos los hombres y mujeres. Y lo peor de esto: es que nuestro corazón nos engañará para hacernos creer que estamos en paz con Dios.

Que Dios tenga misericordia de estos predicadores y pueda convencerlos de pecado.

Bendiciones.

Sammy said...

Muy buen escrito; porque revela los conceptos erróneos que podemos hacernos acerca de la salvación. Y, también, muy oportuno para quienes "duermen en su salvación". Las cartas del Apocalipsis a las siete iglesias de Asia son un llamado de atención a los creyentes en aquellas cosas donde demostramos permisividad, fragilidad de memoria y liviandad de juicio. El Señor advierte a sus hermanos, pastores incluidos, que nuestra calidad de "ser salvos" es una manifestación excelsa de Su Gracia; nunca un bien merecido, por buenas que sean nuestras acciones; nunca un premio a nuestras buenas obras. Confundir la paz que proviene de nuestra seguridad eterna, con la haraganería del dejarse estar, es imitar a la ruidosa cigarra que canta hasta aburrir en su muy corta vida. Las Escrituras nos exhortan a imitar a la hormiga, tan laboriosa en el verano para que no le falte nada en el invierno; el instinto que programa su ejemplar existencia gregaria, es similar al trabajo que hace en nosotros el Espíritu que nos guía a toda verdad como comunidad de fe. El creyente verdadero -el nacido de nuevo, tal como Jesús instruyó al maestro de Israel Nicodemo- es aquél humilde que depende en todo sólo de Jesucristo y en quien Su Palabra permanece diariamente y para siempre. Tal como nos enseña la parábola de la Vid y los pámpanos. Es cierto, entonces, los salvos por la Gracia de Dios (los únicos verdaderamente "salvos") no se pierden; pues la salvación le pertenece al Señor, y Él cuida a los que somos suyos, pues ninguno será arrebatado de Su mano. La Gloria, toda, sea para Dios; por una salvación tan grande, que nos alienta a vivir sirviéndole por amor, como única y espontánea respuesta.