Thursday, January 29, 2009

LOS ARMINIANOS MODERNOS



Creo que más de un cristiano evangélico se preguntará qué es a lo que nos referimos los cristianos calvinistas cuando usamos la palabra “ARMINIANOS”. Tal vez muchos piensen que esta palabra se refiere a los cristianos de un país llamado ARMENIA y que por lo tanto, no tiene nada que ver con nosotros los cristianos de habla hispana. Bueno, quiero decirles que esto no es así en lo absoluto.

Esta palabra se refiere a todo aquel que se identifica (ya sea que esté conciente o no), con los postulados teológicos de un personaje llamado Jacobo Arminio. Todo creyente que se identifica con esta línea de pensamiento, tiene un concepto de la salvación más centrado en el hombre. Es decir, para el cristiano Arminiano la salvación no es SOLO de Dios de principio a fin. La esencia del sistema Arminiano es que si yo hago mi parte, entonces Dios puede hacer la suya.

El sistema Arminiano es un sistema Sinergista por excelencia. Es decir, es un sistema en donde se requiere la COOPERACION de dos personas o fuerzas para generar algo. En el concepto Arminiano no hay lugar para que Dios sea el que decida QUIENES son los que se van a salvar. Para ellos, es el hombre ultimadamente el que elige salvarse a sí mismo. Es un sistema en donde reina la voluntad del hombre y en donde es el hombre quien tiene la ultima palabra para salvarse o condenarse. Es por eso que el arminianismo como sistema teológico es y ha sido muy deficiente desde sus mismos inicios.

¿Por qué razón? Porque la Biblia claramente nos dice que Dios es soberano y que no hay quien frustre Su voluntad. Dios es el que escoge y el que decide. La Biblia nos enseña sin ambigüedades que la voluntad de la criatura está sujeta a la voluntad del Creador. Escuchemos el testimonio de un rey muy arrogante (¿tal vez era Arminiano y se volvió calvinista?) que creía que era su propia voluntad la que realmente contaba:

“Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? Aun estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti….Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alce mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejercito del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?” (Daniel 4:29-31, 34, 35).

Tal parece que este tema ha despertado interés y ha generado otros pensamientos más sobre el mismo. A continuación pongo a disposición de todos, una carta que recibí de un querido hermano el cual amplía un poco más este tema:


Pareciera mentira que haya cristianos que emulen hoy día, a los de la antigua Galacia, con la prédica de un evangelio “homo céntrico”, (es decir, centrado en el hombre), con el cual desplazan a Cristo del centro del Plan redentor y reducen a la persona del Salvador y Señor al rol de un mero regalo que puede ser aceptado o rechazado. Pero el colmo de todo esto, es que monten un negocio editorial para sostener sus erróneas prédicas.

Es como si los arminianos de hoy le dijesen al Apóstol Pablo: “Gracias por tu esfuerzo hermano Pablo, pero lamentamos ver que te hayas quedado apasionadamente atrapado en tu limitadora idea de la predestinación. Por el contrario, gracias a nuestra verdadera interpretación de los textos que así lo afirman, hemos avanzado y somos nosotros quienes predicamos el verdadero evangelio. Dios no es cruel, eligiendo a unos y rechazando a otros. Pablo, Él es un perfecto caballero que nunca obliga al pecador para que sea salvo; por el contrario, lo invita amablemente, le expone con claridad la opción de aceptar o rechazar a Cristo y –como demócrata digno de la mejor Grecia- Él cumple a rajatabla lo que el pecador libremente decide. Por eso le ha dado el libre albedrío, para elegir sin condicionamientos qué hacer de su propia vida, ¿entiendes amado Pablo?”

Es interesante, Daviel, el giro que John Piper le da a su escrito con el “más” al enfoque calvinista. Creo que demuestra con ello lo concretamente limitativo del enfoque Arminiano; paradójicamente tan atractivo por su aparente amplia oferta. Pero la verdad es que no hay tal amplitud, ni hay tal oferta. Cuando el Arminiano habla de que Dios no tiene favoritos, cita sin pensarlo dos veces a Pedro cuando afirma: “Dios no hace acepción de personas,” (Hechos 10:34), lo que luego es repetido por Pablo en sus cartas a Romanos, Gálatas, Efesios y Colosenses. Y lo citan para apoyar su oferta; cuando, en realidad, esconden la exégesis que revela la universalidad del pecado, nuestra destitución de la gloria de Dios y la situación de “muertos espiritualmente” en la que hemos nacido todos los seres humanos. Y, a pesar de que los muertos no pueden elegir, ni decidir sobre su futuro, hay países en Latinoamérica donde “los muertos votan” todavía. Creo oportuno citar aquí a Gustavo A. Bequer, quien escribiera: "No son muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía."

Ese positivo “más” despertó en mí el “antes”. No existe un más, sin un antes. Necesitamos algo antes para poder agregar más. A cero se le puede sumar todo, pero ese “más” no se incrementa en nada, porque el cero aquí es neutral. ¿Qué hay “antes” de un “más”? Hay algo que puede ser positivo o negativo. Si lo que hay antes es positivo, entonces el “más” se incrementa, suma y adiciona. Si lo que hay antes es negativo, entonces el “más” lejos de sumar, resta, o se convierte en un más disminuido.

Para el consejo divino, tal como lo afirmó Calvino, el “antes” de la salvación del pecador está en la Soberanía de Dios. Por la cual ya había un plan para salvar al pecador antes aún de que la pareja humana creada por Dios cayese en desobediencia a los pies del Engañador, e infectase en el acto a toda la Humanidad con el pecado. En el perfecto Plan divino, aún antes del primer caso de arrepentimiento ya había provisión para la remisión del pecado. Este es el antes de la Gracia que hace positiva toda suma en el Espíritu santificador.

En oposición a lo dicho, el arminiano es tan entusiasta predicador del evangelio de las ofertas, que minimiza el problema del mal, del pecado y de la depravación, a las que considera simples exageraciones calvinistas, pero nunca doctrinas bíblicas. Para el arminiano todo eso es secundario frente al amor de Dios, por el cual si por Él fuese, todos serían salvos. En ese enfoque, incomprensiblemente le resta importancia al pecado, a Satanás, al engaño, a la tentación, al sistema mundano y a la carnalidad. Minimiza la existencia de los hijos de perdición, los obradores de iniquidad y de que todos hemos sido igualmente condenados a causa de nuestra herencia y obrar pecaminosos, y pretende sumarle al amor de Dios (como si no fuese de por sí inconmensurable) al exigirle una salvación universal basada en el libre albedrío. Despoja a Dios de Su prerrogativa de elegir a quien El quiere y se le exige que muestre gracia y misericordia a todos los pecadores (pasando por alto la verdad bíblica de que lo único que merecemos es la condenación eterna). El arminiano le exige a Dios que respete estrictamente la ética democrática del hombre.

La Biblia enseña que, mucho antes de que Satanás engañase al ser humano –cosa que hoy sigue todavía haciendo- Dios ya había elegido a quienes se convertirían en la novia de Su Hijo: la iglesia. Gente apartada para Dios como antes lo hizo con el Israel terrenal. Novia que, cuando Dios de la orden, se convertirá en la esposa del Cordero que espera ansiosamente la llegada del Novio. Por eso Pablo, escribiendo a los efesios (4:21-33) sobre los deberes conyugales, les recuerda a los esposos quién es su modelo perfecto: Cristo, el cual “es cabeza y salvador de la iglesia” porque él “amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa” (NVI).

El escrito de John Piper dice lo que afirma el Evangelio de Cristo. Los arminianos injustificadamente rehúsan predicar sobre lo que Dios hizo antes de la Creación por su sola Gracia, cuyo resultado es que sus escogidos experimenten la obra del Espíritu, que nazcan espiritualmente, que reciban fe para creer en Jesucristo por la sola Escritura y sean librados de las garras del pecado, y transformados a la imagen gloriosa de su Hijo, por medio de la obra santificadora del Espíritu Santo. Todo ello para la total y única gloria de Aquél que nos creó y redimió por el puro afecto de Su voluntad.

Sammy
Vivir en Misión

Wednesday, January 28, 2009

¿POSEEN LOS JUDIOS UN DERECHO DIVINO?

Una de las cosas que caracterizan al pueblo evangélico de la actualidad, es su falta de interés por conocer lo que creen y por qué lo creen. Esta actitud laxa y conformista ha llevado a charlatanes y a vividores a tomar ventaja de muchos cristianos que debido a su ignorancia de la sana doctrina, son presa fácil de doctrinas erróneas y antibíblicas.

Tal es el caso de una enseñanza muy popular en la actualidad que es sostenida y enseñada por muchos cristianos evangélicos en algunos círculos que se identifican a sí mismos como fundamentalistas y conservadores. Es la enseñanza errónea de que el pueblo Judío tiene un derecho divino sobre la tierra de Israel. Esto ha llevado a los judíos a desplazar a los palestinos y literalmente a ROBARLES la tierra que ellos habían comprado y poseído por muchos siglos. Esto ha llevado también a iniciar una sangrienta guerra en contra de los palestinos la cual es justificada en nombre del Dios de la Biblia y de un supuesto “derecho divino”.

Populares predicadores evangélicos tales como John Hagee, se han atrevido incluso a decir públicamente que no necesitamos predicarles el evangelio a los Judíos debido a que ellos son el pueblo escogido de Dios y por lo tanto, ellos van a ser salvos aunque no crean en Jesucristo como el Señor y Salvador. Obviamente esto es una terrible herejía de proporciones gigantescas. Lamentablemente muchos evangélicos ni siquiera se dan cuenta que existen líderes que la están creyendo y enseñando como algo bíblico y ortodoxo.

Hay también un grupo de personas que se hacen llamar a sí mismos como “Judíos Mesiánicos” quienes se encuentran literalmente SOCAVANDO la sana doctrina bíblica cristiana y en su lugar, se encuentran haciendo avanzar una serie de enseñanzas que no solo son altamente cuestionables, sino que tampoco cuentan con ningún soporte Escritural. Este grupo rehúsa identificarse como un grupo cristiano y se han autonombrado como “un cuarto brazo” del Judaísmo.

Lo irónico es que a pesar de esta realidad, muchas denominaciones evangélicas se encuentran apoyando y aceptando a estos grupos como algo legítimo, bíblico y ortodoxo. Nada está más lejos de la verdad. A estos grupos no les interesa preservar y sostener en alto la sana doctrina evangélica tal como fue sostenida por los Reformadores. Lo único que les interesa es el avance de su propia agenda que consiste en una clase de “sionismo” cristianizado que no tiene nada que ver con lo que la Biblia enseña respecto a la iglesia. Lamentablemente, todo esto es el resultado de un concepto totalmente equivocado de lo que es la Eclesiología bíblica.

Pero gracias a Dios que Él todavía tiene siervos quienes han levantado su voz en contra de esas falsas enseñanzas. Tal es el caso de Baruch Maoz, un judío que trabaja entre los judíos presentándoles el verdadero evangelio de la gracia de Dios. Baruch Maoz es un cristiano evangélico que ha escrito una crítica en contra del movimiento mesiánico. Maoz no es ningún novato, pues conoce de primera mano lo que está en juego en esta batalla por la pureza del evangelio. Así que, Maoz escribe lo siguiente:

“La salvación es, de principio a fin, una obra de Dios y no un logro humano (Sal. 3:8; Jonás 2:9). Nadie sino solo Dios puede impartirla y no hay nada que podamos hacer para que su accionar sea más efectivo. Lo mejor que podemos hacer es obedecer sin vacilar. Necesitamos predicar el evangelio a la manera de Dios y confiar en que Él haga su obra divina a pesar de nuestras debilidades. Cualquier clase de ‘fe’ en Jesús que sea el producto de una bendición de Dios por nuestras buenas obras, no puede ser la fe que salva y que santifica.

Lamentablemente existen razones para creer que una proporción significativa de judíos quienes profesan fe en Jesús no lo perciben tal como la Biblia lo enseña. Esto puede parecer una afirmación increíble, pero honestamente estoy preocupado de que puede haber algunos entre nosotros quienes profesan haber sido perdonados de sus pecados por medio del Mesías y todavía no haber llegado a un verdadero reconocimiento de su naturaleza pecaminosa. Tales personas nunca se han arrepentido, como tampoco se han afianzado a la misericordia de Dios quien perdona a los pecadores solo por medio de su gracia inmerecida y los transforma por medio de su poder irresistible. A pesar de sus protestas hacia lo contrario, ellos permanecen en sus pecados”. (Baruch Maoz, “Judaism is not Jewish: A friendly critique of the Messianic Movement”, p. 33, Christian Focus, 2003).

John Piper también ha comprendido que algo anda mal en el mundo evangélico al apoyar las acciones de los judíos como un derecho divino en cuanto a la posesión de la tierra de Israel. Piper hace unos comentarios respecto a esto que deberían hacer que lo pensemos muy bien antes de creer algo que no cuenta con ningún apoyo bíblico. El escribe:

“¿Cómo deben los cristianos que creen en la Biblia tomar parte en el conflicto entre judíos y palestinos? Hay razones bíblicas para tratar a ambos lados con una justicia pública compasiva de la misma manera en que se deben resolver en general las disputas entre las naciones. En otras palabras, la Biblia no nos enseña que seamos parciales a Israel o a los palestinos porque ni unos ni otros tienen un estatus divino especial.

No niego que Israel fue escogido por Dios de entre todos los pueblos del mundo para ser el foco de una bendición especial en la historia de la redención que alcanzó un clímax en Jesucristo, el Mesías (Deuteronomio 7:6). Tampoco niego que Dios le prometió a Israel la tierra que se encuentra en disputa desde el tiempo de Abraham en adelante. Dios le dijo a Moisés: “Este es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes” (Deut. 34:4). Sin embargo, ninguno de estos hechos bíblicos conduce necesariamente al endoso del Israel de nuestros días como el poseedor legítimo de toda la tierra en disputa. Israel tal vez tiene el derecho. O tal vez no. Pero esa decisión no se basa en un privilegio divino. ¿Por qué no?

Primero, un pueblo que no guarda el pacto no tiene ningún derecho divino de poseer la tierra prometida. Tanto el estado bendecido del pueblo como el derecho privilegiado a la tierra, están condicionados a que Israel guarde el pacto que Dios hizo con la nación. Así, Dios le dijo a Israel: “Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos” (Ex.19:5). Israel no tiene garantía para una experiencia presente de privilegio divino al no estar guardando el pacto con Dios.

Más de una vez a Israel se le negó la experiencia de su derecho divino a la tierra cuando rompió el pacto con Dios. Por ejemplo, cuando Israel languidecía en el cautiverio babilónico, Daniel oraba diciendo: “Ahora Señor, Dios grande…hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas” (Daniel 9:4,5; ver también Salmo 71:54-61). Israel no tiene derecho divino para estar en la tierra prometida al estar rompiendo el pacto de la promesa. Esto no quiere decir que las demás naciones tengan el derecho de atribularlos. La nación sigue teniendo derechos humanos entre las naciones, aunque no tenga el derecho divino. Dios castigará a las naciones que se jactan por la disciplina divina que se le ha estado aplicando (Isaías 10:5-13).

Segundo, Israel como un todo continúa rechazando a su Mesías, a Jesucristo el Hijo de Dios. Este es el acto supremo de romper su pacto con Dios. Dios le prometió a Israel: “Porque un niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Pero con lágrimas en sus ojos, este Príncipe de paz miró a Jerusalén y dijo: “¡Oh, si también tu conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:42-44).

Cuando los edificadores rechazaron a la piedra angular, escogida y preciosa, Cristo dijo: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43). También dijo que: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:11,12).

Dios tiene propósitos salvadores para el Israel étnico (Romanos 11:25,26). Pero por ahora, el pueblo se encuentra en enemistad con Dios y rechazando el evangelio de Jesucristo su Mesías (Romanos 11:28). Dios ha ampliado su obra salvadora para incluir a todos los pueblos (incluyendo a los palestinos) que confíen en su Hijo y dependan de su muerte y resurrección para su salvación: “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión”. (John Piper, “Prueba y Observa”, pp. 475,476, Editorial Vida, 2007).

Esto es lo que la Biblia claramente enseña. Por lo tanto, la enseñanza tan popular entre algunos círculos evangélicos de que los judíos tienen un derecho divino sobre la tierra de Israel y que por esa razón pueden aniquilar a sus vecinos, no tiene cual ningún apoyo bíblico y debe ser rechazada. El trato tanto a judíos como a palestinos debe ser realizado de manera imparcial y humanitaria porque ambos pueblos necesitan conocer el evangelio de la gracia de Dios para ser salvos.

Daviel D’Paz

Tuesday, January 27, 2009

CRISTO MURIO EXCLUSIVAMENTE POR SU NOVIA

Cierto día caminando entre los estantes de una librería cristiana, me llamó la atención ver una versión en español del libro de John Piper titulado: PRUEBA Y OBSERVA. Aunque ya tenía la versión original en inglés, pensé que sería interesante el comprar una copia de este importante libro ya que estaba disponible también en español. Al tomarlo entre mis manos, me pareció un tanto sorprendente que editorial VIDA se hubiera atrevido a publicar un libro como este, ya que, como algunos pueden darse cuenta, editorial Vida es una editorial inclinada principalmente hacia el Arminianismo y su política va en contra de todo lo que tenga que ver con el Calvinismo.

Decidí buscar este libro en la página oficial de editorial Vida para ver el precio oficial que ellos tenían y para mi sorpresa, me di cuenta que este libro ya lo dieron de baja de su lista y no lo tienen ya más disponible al público. No pude resistir el preguntarme del porqué editorial Vida ya no deseaba vender este producto, cuando tienen todavía entre sus productos disponibles otros libros de John Piper tales como GRACIA VENIDERA y LOS DELEITES DE DIOS, entre otros. De repente, mis ojos se posaron en el capítulo 109 de este libro y se titula “Como avanzar más allá de los límites de la expiación ilimitada”.

Al leer el capítulo en su totalidad creí que ya había encontrado la razón del porque editorial Vida había descartado y dado de baja tan pronto este libro (a solo un año de haberlo publicado originalmente). Todo lector observador no tardará en darse cuenta que este capítulo en especial, es un ataque directo hacia los postulados arminianos de la “expiación universal o ilimitada”. John Piper no se anda con rodeos en esto, y va directo al grano desde el mismo inicio exponiendo los argumentos endebles y superficiales del sistema Arminiano.

Aquí transcribo lo que Piper ha escrito sobre esto y espero lo disfrute como yo lo he disfrutado:

Los arminianos toman todos los pasajes que dicen que la muerte de Cristo es “por nosotros” (Romanos 5:8; 1 Tesalonicenses 5:10) o por “sus ovejas” (Juan 10:11,15) o por “la iglesia” (Efesios 5:25; Hechos 20:28) o por los “hijos de Dios” (Juan 11:52) o por “los que está santificando” (Hebreos 10:14) y dicen que el significado es este: Dios diseña y propone la expiación para toda persona, pero la aplica de forma efectiva y salvadora solo a los que creen y llegan a ser parte de “nosotros” y “las ovejas” y “la iglesia” y “los hijos de Dios”.

Según esta noción, entonces la frase: “Cristo murió por ustedes” quiere decir: Cristo murió por todos los pecadores, así que si usted se arrepiente y cree en Cristo, entonces la muerte de Cristo será efectiva en su caso y le quitará sus pecados. “Murió por ustedes” significa que si usted cree, la muerte de Jesús cubrirá sus pecados.

Ahora bien, hasta este punto, esta es enseñanza bíblica. Pero entonces los arminianos niegan algo que a mi juicio la Biblia enseña. Ellos niegan que Dios haya tenido el propósito de que los pasajes relacionados con la muerte de Cristo por “nosotros” o sus “ovejas” o su “iglesia” o “los hijos de Dios” obtengan algo más para su pueblo que los beneficios que reciben después de que creen. Niegan, en específico, que la muerte de Cristo haya sido propuesta por Dios no solo para que la gente obtenga los beneficios después de que creen (lo cual es verdad), sino incluso para algo más: Dios propuso que la muerte de Cristo obtenga la misma disposición para creer. En otras palabras, la divina gracia que lleva a vencer nuestra dureza de corazón para que lleguemos a ser creyentes también fue obtenida por la sangre de Jesús. Esto es lo que niegan.

No hay disputa en que Cristo murió para obtener grandes beneficios salvadores para todos los que creen. Es más, no hay disputa en que Cristo murió para que podamos decirle a toda persona en todas partes sin excepción: Dios dio a su Hijo unigénito para que muriera por el pecado de manera que si usted cree en él puede tener vida eterna. Juan 3:16 queda afirmado. Amen.

La disputa está en si Dios propuso que la muerte de Cristo obtuviera más que estas cosas: (1) beneficios salvadores después de la fe, y (2) una invitación bona fide que se puede extender a toda persona a que crea en Cristo para salvación. En específico, ¿propuso Dios que la muerte de Cristo obtenga la dádiva gratuita de la fe y el arrepentimiento? (Efesios 2:8: 2Timoteo 2:25). ¿Obtuvo la sangre de Cristo tanto los beneficios después de la fe como el beneficio de la fe misma?

¿Contradice necesariamente la interpretación Arminiana histórica de algunos pasajes “universales” sobre la expiación este “más” que estoy afirmando en cuanto a los propósitos de Dios en la muerte de Cristo? Pasajes como 1Timoteo 2:6; 1Juan 2:1,2; Hebreos 2:9; 2Corintios 5:19; Juan 1:29.

Pienso que no…por lo menos no tienen que contradecirla. Los arminianos históricamente son tan fervientes como los calvinistas para evitar decir que estos textos enseñan la “salvación universal”. Así que no enseñan que la muerte de Cristo “por todos” en efecto salva a todos. Más bien dicen, en las palabras de Millard Erickson: “Dios propuso la expiación para hacer la salvación posible para toda persona. Cristo murió por toda persona, pero esta muerte expiatoria llega a ser efectiva solo cuando el individuo la acepta”. Erickson luego dice: “Esta es la noción de todos los arminianos” (Systematic Theology [Teología Sistemática], Baker Book House, Grand Rapids, 1985, p.285, énfasis añadido).

Es esencial ver que los arminianos no dicen. Ellos no dicen que, en la muerte de Cristo, Dios se propuso en efecto salvar a todos aquellos por los que Cristo murió. Dicen que Dios solo se propuso hacer posible la salvación para todos aquellos por los que Cristo murió. Pero esta interpretación de estos pasajes “universales” no contradice la afirmación calvinista de que Dios en efecto se propone obtener la gracia de fe y arrepentimiento para un grupo de definitivo por la muerte de Cristo.

Los arminianos tal vez nieguen esta afirmación, pero no pueden negarla en base a su interpretación de los pasajes “universales” de la expiación. Esa interpretación sencillamente afirma que todos cuentan con la salvación si creen. No disputo tal cosa. Solo voy más allá de eso.

Aquí esta el punto: Si Dios hizo este “más” en la muerte de Cristo, no lo hizo para todos; y así, en este nivel, la expiación llega a ser “limitada”. Y con esto es con lo que los arminianos tropiezan: ¿Hay algo que Dios haría para salvar a algunos creyentes que no haga por todos? Tal “limitación” de “más gracia” para algunos implica una decisión de parte de Dios para intervenir decisivamente, y en efecto salvar a algunos pero no a todos. Este es el tropiezo real para los que dan al hombre y no a Dios la determinación final de quien es salvo y quien no lo es.

¿Qué diferencia hay en esto en la práctica? Mucho. Al afirmar no solo la esencia de los que los arminianos creen (véase la cita de Erickson arriba), sino también el “más” que los calvinistas creen (que la sangre de Cristo obtiene la fe y perseverancia de los elegidos), los cristianos también pueden atesorar la muerte de Cristo como una acto de amor omnipotente por el que Cristo, nuestro esposo, paga por nosotros, nos busca, nos vence con amor, y nos preserva como su esposa singularmente amada para siempre. El Amante de nuestras almas pagó con su propia sangre, no solo para hacer posible estas bodas, sino para derribar también las puertas de la cárcel y llevar a su amada a sí mismo. La fuerza, estabilidad, gozo y valor fluyen de sabernos amados de esta manera.

John Piper

Saturday, January 24, 2009

PUERTA ESTRECHA Y CAMINO ANGOSTO

Hay muchas personas que viven engañándose a sí mismas creyendo que van al cielo, cuando en realidad van rumbo al infierno. Una de las razones para ese engaño, es que han pensado que debido a que hicieron una “decisión” por Jesucristo, tienen ahora asegurado un boleto que les concede la entrada al cielo sin importar el estilo de vida que lleven. Para poder justificar esta atrocidad espiritual, se han inventado una nueva doctrina la cual no solo carece de apoyo bíblico, sino que además es la responsable de enviar a millones de personas a la condenación eterna y es “la doctrina del cristiano carnal”.

Esta enseñanza afirma que una persona puede ser verdaderamente salva y todavía seguir viviendo en su antiguo estilo de vida. No es pues de sorprendernos que veamos a muchas personas que se dicen ser cristianas, vivir peor que los incrédulos. ¿Cuál es la razón? Porque no han comprendido lo que es la verdadera salvación, como tampoco han comprendido cuales son las evidencias que acompañan a la salvación. La Biblia nos dice que Dios es el que salva y salva completamente. Pero también dice que el que es verdaderamente salvo, vive apartado de la iniquidad:

“Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2Timoteo 2:19)

La enseñanza del “cristiano carnal” es una distorsión de lo que enseña la Biblia respecto a la conducta del verdadero creyente. El creyente que es verdaderamente salvo, persevera en obediencia al Señor. No es que sea perfecto, ni que ya no peque, sino que vive una vida de arrepentimiento constante. Cuando peca, se duele y se humilla delante del Señor pidiéndole perdón y fortaleza en sus debilidades. Una de las evidencias de la salvación, es que existe un crecimiento hacia la santificación.

Pero todo aquel que dice ser cristiano y no se duele ni se quebranta cuando peca, sino que se jacta de que todavía es salvo aunque viva carnalmente, no solo está contradiciendo las enseñanzas de las Escrituras sino que también se está engañando a sí mismo, creyendo que va rumbo al cielo cuando en realidad va caminando rumbo al infierno. Jesucristo enseñó sobre esta terrible realidad cuando habló de la puerta estrecha y de la puerta ancha; del camino espacioso y del camino angosto en Mateo 7:13,14:

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.

Pienso que una de las razones por las que Jesucristo hizo esta solemne advertencia, es porque tanto la puerta estrecha como la puerta ancha, ambas tienen un letrero en la parte superior que dice “El que entre por esta puerta llegará al Cielo”. Pero la realidad es que solo una puerta es la que conduce al cielo; la otra solo conduce al infierno.

La pregunta que surge en estos momentos nos es si ya has entrado por la puerta. Más bien, la pregunta sería: ¿Por cual puerta has entrado? Y, ¿Por cual camino estás caminando? Puede ser que hayas entrado por la puerta ancha y te encuentres caminando por el camino espacioso que te conduce a la condenación eterna. Y sin percatarte de esto, vas cantando alegremente por el camino ancho creyendo que vas al rumbo al cielo, cuando en realidad vas rumbo al infierno.

La seria exhortación del apóstol Pablo es tan importante para nosotros el día de hoy, como lo fue en el primer siglo para los creyentes de Corinto:

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2Corintios 13:5).

Daviel D’Paz

Thursday, January 22, 2009

EL AMOR LLEGO





Esta es una melodía interpretada por Oscar Medina y Ojalá sea de bendición para todos mis hermanos y hermanas. El verdadero amor llega solo cuando llega Jesús a nuestra vida.

Daviel D’Paz

Tuesday, January 20, 2009

NOS ESCRIBEN NUESTROS LECTORES

He abierto un apartado para publicar exclusivamente algunas (o quizás la mayoría) de las cartas que recibimos de nuestros lectores en varios países. Personalmente han sido de bendición para mí, debido a que me muestran algunos aspectos de la vida cristiana que debo siempre considerar y tener muy en cuenta. Y debido a que han sido una bendición para mí en lo personal, mi deseo es que también lo sean para otros muchos que puedan leerlas.

Otra de las razones que me ha llevado a abrir este espacio, es debido a que muchos de los que nos escriben, nos piden que les proveamos el nombre y dirección de alguna iglesia con doctrina sana en sus respectivos países y estados. Aunque no tenemos mucho conocimiento de todas las iglesias con doctrina sana que existen en cada país, creo que este espacio puede ser usado como un punto de contacto para darnos cuenta de las necesidades que hay, y si algún creyente de ese país y/o estado lee la necesidad, puede contactarnos para hacer llegar la respuesta a aquellos que están solicitando la información pertinente. Gracias a cada uno de los que apoyan este ministerio y nos dejan saber lo que piensan. Nuestro deseo es servir a Dios y servirles a ustedes.

Para ver los comentarios, de las cartas que nos han enviado, favor de pulsar este enlace:

http://www.reforma2.org/nuestros_lectores_escriben.html


Daviel D’Paz

Friday, January 16, 2009

LUCHANDO DE RODILLAS

Todo verdadero Calvinista es un hombre y mujer de oración. Si no lo es, entonces no ha comprendido bien la Soberanía de Dios. Voy a explicar el porqué digo esto de la siguiente manera: Si Dios tiene en control todas las cosas incluyendo la voluntad y las decisiones de las personas, entonces la oración tiene sentido y es imprescindible que oremos e intercedamos por los perdidos. Pero si creemos que Dios no tiene el control sobre las decisiones del ser humano, como tampoco tiene el poder para quebrar la voluntad obstinada y cambiar el corazón endurecido, entonces nuestras oraciones serían nada más que una simple práctica piadosa.

Esto lo digo debido a que he escuchado demasiadas veces por algunos cristianos sinceros y bienintencionados la frase que dice: “Dios es un caballero, El no puede obligarte a hacer algo que tu no desees hacer”. Esto me hace recordar de una anécdota que le escuché a Phil Johnson en una de sus enseñanzas. El cuenta que tuvo una experiencia inolvidable cuando asistía a la escuela dominical en una iglesia perteneciente a una denominación liberal aquí en la ciudad de Tulsa. Dice que el maestro de escuela dominical enfatizaba domingo tras domingo esa frase que dice que Dios no puede hacer nada sin que tú se lo permitas, que Dios no puede “violar” tu libre albedrío porque si lo viola, eso sería algo inhumano.

Pero cierto domingo, después de repetir su acostumbrada frase, un joven se levantó y le preguntó interrogando al “sabio” maestro: “Si Dios no puede hacer nada sin que nosotros se lo permitamos, ¿Entonces para que oramos para que El salve a nuestros familiares inconversos? ¿Acaso eso no es pedirle a Dios que viole sus libres albedríos?” Johnson dice que el maestro se quedó pensando y se podía ver en su rostro un gesto como si se hubiera enfrentado a algo totalmente desconocido. Después de varios segundos de pensarlo, le contesta al joven: “Tienes razón, desde hoy en adelante no volveremos a orar más para que Dios salve a sus familiares inconversos”.

Como podemos ver, ese maestro no había comprendido la soberanía de Dios sobre todas las cosas, incluidas las decisiones humanas. Todo creyente que ora y que intercede por sus familiares y amigos inconversos, lo hace porque sabe que Dios tiene el poder para quebrar sus voluntades y ablandar sus endurecidos corazones. Si no fuera así, ¿entonces para que orar por ellos? ¿Para qué invertir nuestro tiempo llorando y suplicando ante el Trono de la gracia por nuestros seres queridos que no lo conocen, si Dios no puede hacer nada por ellos sin que ellos se lo permitan?

Pero hay otros creyentes que creen que nuestras oraciones no deben ser para pedirle a Dios que salve a los inconversos, sino para que Dios les pueda dar más oportunidades para que recapaciten y se vuelvan por sí mismos a Dios. Esto por supuesto no tiene cual ninguna base escritural. Nuestras oraciones no son para que Dios le dé más oportunidad al pecador, sino para que quebrante su corazón, para que quiebre su voluntad rebelde y obstinada y lo salve. ¿Por qué hacemos esto? Porque sabemos que Dios es soberano y que Él tiene un control absoluto sobre los corazones y voluntades de los impíos. Esa es la verdad que encontramos una y otra vez en las Escrituras.

Es por eso que los Calvinistas deberíamos ser los “campeones de la oración” debido a que hemos comprendido algo que los creyentes arminianos no han comprendido. Pero tal parece que últimamente ha sido al revés: los creyentes Arminianos son los que han sido los campeones de la oración, aún cuando ellos no han comprendido la soberanía de Dios tal como la Biblia lo enseña. Charles Spurgeon quien fuera un Calvinista de 5 puntos, comprendió muy bien la importancia de la oración. En su famosa obra “Discursos a mis estudiantes”, Spurgeon escribió lo siguiente:

“El predicador se distingue sobre to­dos los demás, como un hombre de oración. Ora como un cristiano común, de lo contrario sería un hipócrita. Ora más que los cristianos comunes, de lo contrario estaría incapacitado para el desempeño de la tarea que se le ha encomendado….Sobre todas sus otras prioridades, la preeminencia de la responsabilidad del pastor derrama la luz de un halo, y si es sincero para con su Señor, se hace distinguir por su espíritu de oración en todas ellas. Como ciudadano, su país tiene en él la ventaja de su intercesión. Como vecino, todos aquellos a quienes su sombra cobija, son recor­dados en sus oraciones. Ora como marido y como padre. Se esfuerza en hacer de las devociones de su familia, un modelo que presentar a su rebaño. Y si el fuego propio del altar de Dios, tiene que bajar de allí para arder en alguna otra parte, se halla bien atendido en la casa del siervo escogido del Señor, porque él cuida de que tanto el sacrificio matutino como el vespertino, santifiquen su morada”.

Daviel D’Paz

Thursday, January 15, 2009

LAS CINCO SOLAS DE LA REFORMA



Querido hermano Daviel:

La agudeza de tus reflexiones de esta nota, (Reavivando el espíritu de la Reforma), me llevó a intentar esbozar algunas respuestas a los males que nos han invadido, tal como lo escribes.

Aprovechando las cinco frases con las que los Reformadores respondieran a los dogmas antibiblicos de Roma, sugiero que refresquemos su significado:

Sola Scriptura.

Es hora de revalorizar en las congregaciones que tienen el nombre de "evangélicas" el estudio de la Biblia, como Palabra revelada por Dios para salvación del hombre. Esto implica dejar de lado algunos "manuales" denominacionales que dicen cómo hay que interpretar ciertos textos bíblicos, sacándolos fuera del contexto de todo el consejo divino. Muchos siguen haciendo lo que los antepasados hicieron -citando a la Biblia donde se nos estimula al respeto de aquellos- para no herir una tradición que es cara a todo grupo denominacional. Ocurre que no pocas de esas tradiciones se han convertido en verdaderas traiciones a la Palabra de Dios. Y hay quienes han idolatrado a su "autor de turno favorito"; escritores de best séller que levantan seguidores por todas partes. Millones que compran el libro, pugnan por su autógrafo cuando andan de gira por el mundo; y defienden a capa y espada lo que dicen. Esos escritores han convertido a muchos "creyentes" en verdaderos clubes de "fans" que poco a poco van dejando a un lado el contacto diario y directo con la vivificante Palabra revelada de Dios. El éxito editorial de muchos de los que hablan de la Biblia, han cavado peligrosas trincheras que separan al lector de la verdad que está en la Sola Escritura. Ella es la única que puede liberar con el poder de Cristo Jesús; pues es el Espíritu Santo quien abre el oído del pecador para que crea, iniciando en él la nueva vida (Romanos 10:17).

Solus Cristus.

La personalización del mensaje del Evangelio es clave a la hora de la conversión. Si la persona en quien se centra el mensaje es la de Jesucristo, el Salvador y Señor que se nos manifiesta en la Palabra de Dios, seguramente el mensaje influirá en el oyente -tarde o temprano- dejando su marca profunda. Si, en cambio, el que está predicando se convierte en el personaje central de la prédica, el mensaje ya ha sido diluido junto con todo aquello que rodea al predicador. La proliferación de "apóstoles", "profetas", "pastores" y "ungidos" -con o sin diploma- es una de las características actuales de esta mezcla entre lo que es de Dios y lo que es del hombre. Ningún "gran hombre" de Dios ha salvado jamás a uno sólo de sus prójimos. Y ha habido -gracias a Dios por ellos- muchos hombres dignos del Evangelio de Jesucristo; mensajeros que abrían sus bocas y concurrencias enteras caían de rodillas movidas a arrepentimiento. Pero, ninguno de ellos -por famosos que llegaron a ser- desplazó jamás a la persona de Jesucristo como centro del Evangelio, para ubicarse él mismo. No sólo no se pusieron como ejemplo, sino que renunciaron a todo con tal que fuese sólo a Cristo, “y a éste crucificado”, a quien mirasen, acudiesen y recibieran, personalmente, cada uno de los que escuchaban.

Sola Gratia.

Fueron necesarias las cartas apostólicas para ayudar a que los primeros cristianos no cayesen como moscas a causa de las herejías. Sobre las enseñanzas de Jesucristo, sus Apóstoles sentaron las bases doctrinales esenciales para la vida de fe de los primeros convertidos. En medio de los permanentes ataques del padre de mentiras con sus estratagemas y fábulas, esos siervos de Jesucristo siguen alentando al creyente verdadero a recordar que es sólo por la Gracia inmerecida de Dios que nos ha llegado la salvación.

Las herejías no son burdas. Las peores son las altamente atractivas porque apelan al sentimentalismo y la intelectualidad. Otras mueven al voluntarismo y al espíritu de servicio. Con visos de coherencia irrefutable van limando el carácter sobrenatural de la obra divina, para terminar reduciéndola a un conjunto de sutiles elaboraciones filosóficas, a una serie de leyes espirituales o a un decálogo del buen siervo. ¿Quién se animará a contradecir al "ungido maestro" de turno? Escuchamos decir, aquí y allá: "Es un hombre muy sensato ¿Cómo no hacer lo que él me dice que haga?" Y si nos atrevemos a arrojar alguna sombra de duda sobre el carismático personaje que los ha embelesado, se nos responde: "¿Cómo sabré si dice o no la verdad, si antes no cumplo con las sencillas tareas que se ha tomado el trabajo de delegarme? ¿Acaso el Antiguo Testamento no está lleno de ejemplos de lo que el pueblo debía hacer para que Dios lo bendijese?" En resumen: Obras para hallar gracia; en lugar de “solo por Gracia” para andar en las obras que Él preparó desde antes de la fundación del mundo (Efesios 2:10).

La veracidad de la salvación reside en que ésta proviene de Dios para todo aquél que cree en Jesucristo; como un regalo inmerecido, nunca como un justo salario. Creer, la acción que es resultado de la obra de Dios en el hombre, resulta en las obras de fe con que el hombre puede honrar a Dios. Dios obra en el hombre de fe para que éste obre Sus obras. Todo por Su sola Gracia.

Sola FIDE.


Nunca nada ha sido tan vapuleado como la fe. Los que juegan a la lotería, hinchan por un equipo de fútbol o desean conquistar el amor de alguien nos dicen con entusiasmo: “Yo tengo fe que….”. Otros, los que van a las urnas en una elección, se juegan unos boletos al caballo favorito, o se dirigen a las multitudinarias movilizaciones del líder religioso de turno nos aseguran convencidos “Yo le tengo fe a…”. Y, cuando falla el amigo, lo primero que sale de la boca es “le perdí la fe”.
La Biblia nos anuncia que todo aquello que no proviene de fe es pecado (Romanos 14:23).

En la larga lista que podríamos hacer entran todos los ejemplos citados. La verdadera fe no nace del ser humano, por bien intencionado que sea. Jesucristo es el autor de la fe (Hebreos 12:2); él vino al mundo para mostrarnos al Padre y para que creamos en el que lo envió.

La fe no necesariamente es un sentimiento, por bueno y sincero que este sea. El firmar una “declaración de fe” no garantiza su cabal cumplimiento; el repetir automáticamente una “oración de fe” no obliga a que el Dios Soberano la responda automáticamente; como tampoco el levantar la mano en “manifestación de fe” garantiza el convertirse en un hijo o en una hija de Dios.
Sola Fe; lo puede explicar aquel que sabe qué es y qué produce, porque ha nacido de Dios para vivir por ella.

Soli Deo Gloria

No hay gloria mayor que aquella que Dios diera a Su Hijo para concretar la Obra perfecta de la Salvación (Juan 17:4-5). Jesús, en un ruego nacido de un amor inquebrantable por aquellos que Su Padre le había encomendado, poco antes de obedecerle para ir “hasta la muerte, y muerte de cruz”, se refiere a ella: “La gloria que me diste, yo les he dado,…” (Juan17:22a). Y expresa claramente qué es lo que lo mueve a compartir su gloria: “para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:22b). La Gloria le pertenece a Dios. Y Él es muy celoso de ella.

A pesar de ello, los hombres queremos conquistar la gloria por nuestros propios medios, para mérito propio, y así figurar donde creemos que nos corresponde. Al cumplirse diez años de su “exitoso” ministerio, un mediático pastor evangélico colgó una cartelera en plena transitada avenida de una populosa ciudad. Debajo de la gigantesca foto donde aparecía posando artísticamente junto a su esposa, una leyenda decía: “Diez años de Gloria. ¡Vamos por más!”.

Por no haberle dado la gloria a Dios muchos murieron de manera horrenda. El primer rey ungido en Israel, el vanaglorioso Saúl, pasó a la historia con más pena que gloria. Pensemos en el rey Herodes (Hechos 12:20-23). Por estar atraídos humanamente por ella, Ananías y Safira mintieron y murieron junto con su dinero (Hechos 5:1-11).

En su gran misericordia Dios no nos paga conforme a nuestros errores, ambiciones y desvaríos. Él está buscando hoy, porque “ahora es el día de salvación” (2° Corintios 6:2), que nos arrepintamos de todos nuestros pecados (los de comisión y omisión); volvamos a alimentarnos sólo de las Escrituras por Él reveladas; creamos sólo en Jesucristo su Hijo; seamos agradecidos por ser objetos de Su Gracia inmerecida y eficazmente salvadora; vivamos de la misma manera que hemos recibido a Jesucristo: por la sola fe que proviene de él; y disfrutemos el ser Un solo cuerpo, Un solo edificio espiritual, el que le pertenece sólo a Él, para su sola Gloria.

Sammy
Vivir en Misión

Tuesday, January 13, 2009

REAVIVANDO EL ESPIRITU DE LA REFORMA



Se ha puesto muy de moda el creer que la Reforma Protestante fue un trágico evento que nunca debió haber ocurrido. Los que creen y fomentan este argumento, nos dicen que la Reforma vino a dividir y fragmentar la unidad de la iglesia que había existido por 1,500 años. Tal argumento a simple vista es muy atractivo, especialmente para aquellos que ven con desdén y menosprecio la sana doctrina. El fervor ecuménico que se ha desarrollado en los últimos años ha contribuido notablemente a esta clase de mentalidad.

Cuando se firmó el documento titulado “Católicos y Evangélicos Unidos: Nuestra misión en el tercer milenio” en el año de 1994 por varios líderes católicos y evangélicos, vino a darnos un mensaje muy en claro: que el espíritu imperante de la época es el deseo mutuo de sacrificar la sana doctrina en arras de la “unidad”. Esto era algo totalmente impensable para los Reformadores del siglo XVI. De hecho, tampoco Roma estaba dispuesta a ceder ni un solo centímetro de su postura oficial, solo para crear unidad con los “herejes”. La contrarreforma y el Concilio de Trento nos hablan muy elocuentemente de esta realidad.

Los Reformadores conocían muy bien las enormes diferencias entre las enseñanzas de Roma y las enseñanzas de la Biblia. Por esa razón, ellos acuñaron ciertas frases claves que nos ayudarían a comprender cuales eran esas diferencias (Sola Scriptura, Solus Cristus, Sola Gratia, Sola Fide, Soli Deo Gloria). Estas frases han servido como puntos de anclaje de lo que es el verdadero evangelio. Las generaciones siguientes a la época de la Reforma entendieron que no debían comprometer ninguna de estas frases por ninguna otra modificación, por atractiva que pareciera. Pero la ignorancia de la mayoría de los evangélicos actuales de estas frases y sus respectivos significados, han generado una terrible falta de firmeza y solidez doctrinal. Las consecuencias de todo esto se pueden ver en muchos lugares que parecen ser mas bien “clubes sociales” que iglesias evangélicas.

Creo con todo mi corazón que necesitamos una segunda Reforma. Pero esa Reforma ya no sería para protestar en contra de los abusos de Roma, sino para protestar en contra de los abusos de los mismos evangélicos. Esta es una dolorosa realidad que debe hacernos llorar ante del Trono de la gracia. Muchos evangélicos se encuentran tan confundidos de lo que creen, que han llegado a la conclusión que lo mejor es regresar a Roma. ¿Por qué es esto? ¿Acaso Roma ya se encuentra ofreciendo el verdadero evangelio de la gracia de Dios? ¡De ninguna manera!

Pero la respuesta no es que Roma haya cambiado para lo mejor, sino que nosotros como evangélicos hemos cambiado para lo peor. ¿Por qué es esto? Porque hemos puesto en los estantes polvorientos de nuestra mente, el importante legado que por derecho nos pertenece como cristianos evangélicos y herederos de la Reforma. Y en su lugar hemos estado promoviendo medias verdades y doctrinas altamente cuestionables. Como resultado, en estos días la sana doctrina es pisoteada como si fuera lodo de las calles.

Una gran mayoría de editoriales evangélicas, al igual que un creciente número de otras empresas evangélicas, dicen sin sentir el más mínimo ápice de vergüenza, que ellos no están dispuestos a publicar libros que hablen del Calvinismo y de las doctrinas de la Reforma porque ¡eso no se vende! Nos dicen que si publican solamente esa clase de literatura ¡ellos se irían a la bancarrota! Por eso, ellos se han comprometido a suplir las necesidades de un público ávido que solo tiene comezón de oír lo que es agradable a sus oídos, pero no lo que es necesario para la salvación de sus almas. En otras palabras, ellos solo desean “entretener” a los cabritos, pero nunca alimentar a las ovejas. “¡Ay de ellos porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam” (Judas 11).

Daviel D’Paz

Tuesday, January 6, 2009

La Paradoja de la Cruz



Eran tres cruces las que se encontraban en ese monte llamado “la calavera”. Sobre la cruz de en medio fue puesto un hombre llamado Jesús de Nazaret, quien había estado liberando a los oprimidos, limpiando a los leprosos, abriendo los ojos a los ciegos, resucitando a los muertos, alimentando a los hambrientos y dando esperanza a los desesperanzados.

Lo que llevó a Jesucristo hasta ese lugar, fue el odio del corazón humano en contra de Dios. Nada ha revelado tanto esta triste verdad como la cruz. Si queremos tener un vislumbre exacto de lo que es el mundo, el corazón humano y el pecado, debemos poner los ojos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Las voces que gritaban: “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” fue la clara expresión del corazón humano manifestando como de ningún otro modo podían hacerlo, su verdadera enemistad y odio hacia Dios y hacia su propio Hijo.

Cuando el hombre clavó al Hijo de Dios en la cruz, colmó la medida de su culpabilidad y puso de manifiesto su ruina y depravación moral. Cuando el hombre prefirió a un ladrón y asesino como lo era Barrabás y rechazó al Cristo de la gloria, demostró que él ama más el robo y el crimen que la luz y el amor. Muchas personas pueden argumentar que el mundo ha cambiado y que ya no es el mismo que fue en los días de Herodes y de Poncio Pilato. Se cree que el mundo ha progresado y que la cultura civilizada de hoy, han suavizado las costumbres. Se cree que el Cristianismo ha esparcido sobre nuestro mundo su influencia purificante e iluminante. Aunque el Cristianismo ha influenciado para bien a este mundo, aún así, el mundo todavía sigue odiando a Dios y rechazando a su Hijo.

La realidad es que, al ver toda la cantidad de egoísmo, ambición, odio, guerras, crímenes, inmoralidad y orgullo reinar cada día con más poder a nuestro alrededor, estoy seguro que el mundo en el que vivimos crucificaría otra vez al Hijo de Dios si pudiera. El mundo todavía sigue odiando a Jesucristo. En la televisión por ejemplo, se tolera que se hable de cualquier personaje y de cualquier cosa menos de Jesucristo y de su obra en la Cruz por nuestros pecados. En los medios de comunicación, cualquier otro nombre es tolerado, menos el nombre de Jesucristo. El mundo ha cambiado de vestidos pero no de naturaleza. El mundo solo se ha despojado de la vestidura del paganismo y se ha revestido con el manto del cristianismo, pero debajo de ese manto todavía pueden verse los mismos hechos horribles de los días más tenebrosos del paganismo.

Pero en esa cruz, también se puso de manifiesto el amor que hay en el corazón de Dios hacia la humanidad. La Biblia nos dice que fue Jehová quien “quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento” (Isaías 53:10). El pecado debe ser castigado y alguien debía pagar el precio del pecado y la desobediencia. La cruz es un punto de convergencia. En ella podemos ver un encuentro entre la hostilidad y el pecado del hombre, con la gracia y el amor de Dios. En la cruz, el hombre puso de manifiesto la profundidad de su odio, pero el Dios infinito puso de manifiesto la grandeza de su amor y misericordia.

Y en ese encuentro, fue el amor de Dios el que obtuvo la victoria. Jesucristo triunfó en esa cruz y el pecado fue despojado de su poder. Ese es el lado luminoso de la cruz. Así como José fue vendido y llevado como esclavo a Egipto con un propósito, así también, Cristo fue a la Cruz con un propósito bien definido. Es por eso que la cruz es gloriosa para aquellos que se arrepienten, para aquellos que han tomado su verdadero lugar y que han aceptado el juicio de Dios sobre sus pecados en la Persona de su Hijo y que admiten verdaderamente que la cruz es la dimensión de su propia culpabilidad. Ellos son los que pueden apreciar la cruz como la máxima expresión del infinito amor de Dios hacia ellos. Estos son los que por la fe en Él pueden deleitarse en esta verdad: que la misma cruz que demostró la enemistad del hombre contra Dios, ha demostrado también la misericordia de Dios hacia el pecador.

Por esa razón, la cruz siempre será un escándalo para muchas personas y un tropiezo para otras. Fue por esta verdad por la que el apóstol Pablo dijo que lo único en lo que él se gloriaba era en la cruz de Cristo. Pablo sabía que no había otra solución al problema del pecado, pues en esa cruz Dios juzgó al pecado de una vez y para siempre. Si hay algo en lo cual queremos gloriarnos, debe ser solamente en la cruz de Cristo y solo en ella.


Daviel D’Paz

Friday, January 2, 2009

LA IMPORTANCIA DE ‘SOLA SCRIPTURA’

No existe ninguna otra doctrina bíblica que sea atacada con tanta intensidad y vehemencia como la doctrina de “Sola Scriptura”. Esto nos dice mucho sobre lo importante que es para nosotros como cristianos evangélicos y herederos de la Reforma, el conocer porque creemos que la Biblia y solo la Biblia es nuestra única fuente de autoridad. Los enemigos de la fe cristiana siempre han atacado esta doctrina intentando ridiculizarla tildándola hasta de “herejía”. Los motivos y las implicaciones son claras: si las personas pueden deshacerse de la autoridad de la Biblia, entonces son libres para hacer y creer lo que quieran sin tener que preocuparse por las consecuencias.

La Palabra de Dios siempre ha estado bajo un severo ataque. Desde el principio de la creación hemos visto esto, al ser cuestionada por la primera pareja bajo la instigación de Satanás. Uno de los ataques favoritos de Satanás hacia la Palabra de Dios es el cuestionarla: “¿Con que Dios os ha dicho…”? Este sutil ataque hacia la autoridad de la Palabra de Dios no es para nada nuevo y se sigue repitiendo día tras día. Este ataque llega de muchas formas y de distintas maneras. Pero el común denominador en este ataque es el deseo por cuestionar, redefinir y oscurecer lo que Dios ha dicho de manera clara y sin ambigüedades.

Los Reformadores comprendieron muy bien lo que estaba en juego en el ataque hacia la autoridad y suficiencia de la Palabra de Dios. Para ello, tuvieron que acuñar una frase que sirviera como un slogan con el cual pudieran identificarse todos los protestantes. Esa frase es “Sola Scriptura”. Esta es una frase en Latín que significa “Sólo las Escrituras” a diferencia de las enseñanzas de la Iglesia católica romana quien afirma que la fuente de autoridad es “la Escritura + la Tradición”.

La enseñanza de “Sola Scriptura” no solo ha sido malinterpretada por sus opositores, sino que también no ha sido comprendida correctamente aún por muchos de los que se supone, deberían defenderla. Los evangélicos modernos se encuentran más obsesionados por querer saber como vivir “Su mejor vida ahora” que por saber como defender esta importantísima doctrina. No es pues de sorprendernos que muchos evangélicos terminen atrapados en las garras de sectas y enseñanzas cuestionables debido a su terrible ignorancia de esta doctrina.

No me propongo examinar esta doctrina a fondo, pero sí deseo establecer lo que creo son las bases para entender el significado de “Sola Scriptura” e intentar disipar también los malos entendidos que esta doctrina ha generado entre aquellos que se oponen a ella.

Los postulados de la doctrina de “Sola Scriptura” son los siguientes:

Lo que NO es Sola Scriptura:

1) Sola Scriptura no enseña que la Biblia contenga todo el conocimiento habido y por haber.

2) Sola Scriptura tampoco enseña que la Biblia sea un catálogo exhaustivo de todo el conocimiento religioso.

3) Sola Scriptura no niega lo que la Biblia enseña acerca de la autoridad de la Iglesia para enseñar la verdad divina.

4) Sola Scriptura no niega que la Palabra de Dios en ocasiones fue hablada de manera verbal.
5) Sola Scriptura no rechaza el uso y las formas de ciertas tradiciones.

6) Sola Scriptura no niega el papel del Espíritu Santo en la guianza y dirección de la Iglesia.

Lo que SÍ es Sola Scriptura:

1. Sola Scriptura nos dice que la Biblia es la única regla de fe para la Iglesia debido a que ella es la Palabra de Dios.

2. Nos enseña que no hay necesidad de otra revelación para la Iglesia, debido a que todo lo que uno necesita para ser cristiano se encuentra en las Escrituras y sólo en ellas.

3. Nos enseña que no existe ninguna otra regla de fe infalible fuera de las Escrituras, pues ellas son “inspiradas por Dios”, literalmente “del aliento de Dios”.

4. Nos enseña que las Escrituras nos revelan TODO lo que necesitamos saber para nuestra salvación.

5. Nos enseña que toda tradición debe someterse a una autoridad superior y esa autoridad superior son las Escrituras y solo ellas.

Daviel D’Paz

Thursday, January 1, 2009

¿Que significa la ‘Justicia de Dios?’

“La justicia de Dios”. Esta es una frase que le causó muchas noches de insomnio a Martín Lutero. Debido a su trasfondo en la jurisprudencia, Lutero sabía que si Dios es justo, entonces debe castigar el pecado. Y si Dios no castiga el pecado entonces no puede ser justo. Pero Lutero también sabía que él era un pecador y que no podía satisfacer las altas demandas de un Dios santo por más que se esforzara en hacerlo.

Pero su conciencia no le daba ninguna tregua. Una y otra vez le gritaba que era culpable. Esto lo llevaba a practicar prolongados ayunos, vigilias, ayunos y castigar su cuerpo con las prácticas más extremas tales como la auto flagelación entre otras. Intentaba por todos los medios posibles satisfacer las altas demandas de Dios, pero ni todos sus esfuerzos lograban obtener algún resultado favorable en su conciencia atribulada. Llegó a expresar que lejos de sentir amor por Dios sentía odio. Veía a Cristo como un Juez sin misericordia que venía hacia él con una espada en sus manos, listo para destrozarlo. Pero lo que Lutero no sabía, es que en esa situación él se encontraba más cerca que nunca de la salvación.

Muchos han acusado a Lutero de tener problemas psicológicos que casi rayaban en la locura. Pero Lutero no estaba loco, como tampoco era un desequilibrado mental. Más bien, era un hombre cuya conciencia había sido despertada por el Espíritu Santo para que se diera cuenta de su necesidad espiritual y de su responsabilidad ante el Creador del universo a quien él le tendría que rendir cuentas.

Entre más leía las Escrituras más aguda era su percepción de fracaso y bancarrota espiritual. Cuando leía pasajes bíblicos tales como: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27), aumentaba su desesperación, pues sabía que no amaba a Dios como debería hacerlo, ni tampoco amaba a su prójimo como Dios demandaba que lo hiciera. El veía esta desobediencia como un gran pecado y una gran transgresión.

Por esa razón, Lutero se preguntaba una y otra vez con gran desesperación: “¿Cómo puede el pecador culpable y merecedor del infierno ser reconciliado con un Dios justo y santo?”. Lutero sabía que no podía satisfacer las altas demandas de Dios ni siquiera por una hora, mucho menos por toda una vida. La pregunta que le robaba el sueño todas las noches era sobre qué base el Dios santo y justo podía perdonar a un pecador merecedor de la condenación eterna. Lutero sabía que Dios no podía tener por inocente al culpable. También sabía que su destino eterno dependía de la respuesta a esa importante pregunta.

Fue en medio de esa búsqueda de respuestas que Dios le mostró una de las verdaderas más liberadoras de todas las Escrituras: “Dios es el que justifica al impío”. Dios es justo y su justicia se muestra no solo en juzgar y castigar al pecado, sino también se muestra en justificar al pecador sobre la base de la justicia misma de Cristo imputada a todo el que cree en él.

Romanos 1:17 fue clave para su comprensión de lo que es una de las verdades más importantes de la fe cristiana: La justificación por la fe sola, “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Lutero por fin había comprendido que Dios es el único que puede justificar al pecador sólo por medio de la fe en los méritos de Cristo en la cruz y no en base a sus propios méritos. Ahora sí, podía ver claramente que si él alguna vez llegaba al cielo sería por medio de Cristo y solo por él.

R. C. Sproul escribe sobre esto lo siguiente: “El justo por la fe vivirá”. Este fue el grito de batalla de la Reforma Protestante. La idea de que la justificación es solo por la fe y por los meritos de Cristo solamente, es tan central para el evangelio que Lutero le llamó “el articulo sobre el cual, la iglesia se sostiene o cae”. El sabía que eso sería el artículo sobre el cual él mismo se sostuviera o cayera”. (R. C. Sproul, “La santidad de Dios”, p.77, Publicaciones Faro de Gracia, 2002).

A partir de esos momentos Lutero nació de nuevo y ya no fue el mismo. Y a partir de entonces la historia tampoco ha sido la misma. “Lutero fue un protestante que sabía por qué estaba protestando”, escribe Sproul y a la vez pregunta: “¿Era un loco? Tal vez. Pero si lo era, nuestra oración es que Dios envíe a esta tierra una epidemia de este tipo de locura, para que nosotros también podamos saborear la justicia de Dios que es sólo por la fe” (op. cit. p. 77).

Que Dios dé a cada país muchos Luteros que se atrevan a sostener en alto las verdades bíblicas que sostuvieron los Reformadores y que han dado seguridad de salvación a incontables millones de seres humanos en todo el mundo.

Daviel D’Paz