Thursday, January 1, 2009

¿Que significa la ‘Justicia de Dios?’

“La justicia de Dios”. Esta es una frase que le causó muchas noches de insomnio a Martín Lutero. Debido a su trasfondo en la jurisprudencia, Lutero sabía que si Dios es justo, entonces debe castigar el pecado. Y si Dios no castiga el pecado entonces no puede ser justo. Pero Lutero también sabía que él era un pecador y que no podía satisfacer las altas demandas de un Dios santo por más que se esforzara en hacerlo.

Pero su conciencia no le daba ninguna tregua. Una y otra vez le gritaba que era culpable. Esto lo llevaba a practicar prolongados ayunos, vigilias, ayunos y castigar su cuerpo con las prácticas más extremas tales como la auto flagelación entre otras. Intentaba por todos los medios posibles satisfacer las altas demandas de Dios, pero ni todos sus esfuerzos lograban obtener algún resultado favorable en su conciencia atribulada. Llegó a expresar que lejos de sentir amor por Dios sentía odio. Veía a Cristo como un Juez sin misericordia que venía hacia él con una espada en sus manos, listo para destrozarlo. Pero lo que Lutero no sabía, es que en esa situación él se encontraba más cerca que nunca de la salvación.

Muchos han acusado a Lutero de tener problemas psicológicos que casi rayaban en la locura. Pero Lutero no estaba loco, como tampoco era un desequilibrado mental. Más bien, era un hombre cuya conciencia había sido despertada por el Espíritu Santo para que se diera cuenta de su necesidad espiritual y de su responsabilidad ante el Creador del universo a quien él le tendría que rendir cuentas.

Entre más leía las Escrituras más aguda era su percepción de fracaso y bancarrota espiritual. Cuando leía pasajes bíblicos tales como: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27), aumentaba su desesperación, pues sabía que no amaba a Dios como debería hacerlo, ni tampoco amaba a su prójimo como Dios demandaba que lo hiciera. El veía esta desobediencia como un gran pecado y una gran transgresión.

Por esa razón, Lutero se preguntaba una y otra vez con gran desesperación: “¿Cómo puede el pecador culpable y merecedor del infierno ser reconciliado con un Dios justo y santo?”. Lutero sabía que no podía satisfacer las altas demandas de Dios ni siquiera por una hora, mucho menos por toda una vida. La pregunta que le robaba el sueño todas las noches era sobre qué base el Dios santo y justo podía perdonar a un pecador merecedor de la condenación eterna. Lutero sabía que Dios no podía tener por inocente al culpable. También sabía que su destino eterno dependía de la respuesta a esa importante pregunta.

Fue en medio de esa búsqueda de respuestas que Dios le mostró una de las verdaderas más liberadoras de todas las Escrituras: “Dios es el que justifica al impío”. Dios es justo y su justicia se muestra no solo en juzgar y castigar al pecado, sino también se muestra en justificar al pecador sobre la base de la justicia misma de Cristo imputada a todo el que cree en él.

Romanos 1:17 fue clave para su comprensión de lo que es una de las verdades más importantes de la fe cristiana: La justificación por la fe sola, “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Lutero por fin había comprendido que Dios es el único que puede justificar al pecador sólo por medio de la fe en los méritos de Cristo en la cruz y no en base a sus propios méritos. Ahora sí, podía ver claramente que si él alguna vez llegaba al cielo sería por medio de Cristo y solo por él.

R. C. Sproul escribe sobre esto lo siguiente: “El justo por la fe vivirá”. Este fue el grito de batalla de la Reforma Protestante. La idea de que la justificación es solo por la fe y por los meritos de Cristo solamente, es tan central para el evangelio que Lutero le llamó “el articulo sobre el cual, la iglesia se sostiene o cae”. El sabía que eso sería el artículo sobre el cual él mismo se sostuviera o cayera”. (R. C. Sproul, “La santidad de Dios”, p.77, Publicaciones Faro de Gracia, 2002).

A partir de esos momentos Lutero nació de nuevo y ya no fue el mismo. Y a partir de entonces la historia tampoco ha sido la misma. “Lutero fue un protestante que sabía por qué estaba protestando”, escribe Sproul y a la vez pregunta: “¿Era un loco? Tal vez. Pero si lo era, nuestra oración es que Dios envíe a esta tierra una epidemia de este tipo de locura, para que nosotros también podamos saborear la justicia de Dios que es sólo por la fe” (op. cit. p. 77).

Que Dios dé a cada país muchos Luteros que se atrevan a sostener en alto las verdades bíblicas que sostuvieron los Reformadores y que han dado seguridad de salvación a incontables millones de seres humanos en todo el mundo.

Daviel D’Paz








1 comment:

Anonymous said...

Amén, Dios nos otorgue muchos Luteros que no teman a confrontarse para sacar la verdad a la luz.

Viviana
Concepción- CHILE