Monday, May 4, 2009

“Los Judaizantes” (Herejías Antiguas y Modernas) [1ª Parte]



Uno de los primeros ataques hacia el cristianismo bíblico, fue realizado por los mismos que lo vieron nacer: los lideres judíos. No podemos ignorar la tan conocida verdad de que el cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo. El judaísmo fue, por así decirlo, el vientre materno en donde se gestó el cristianismo bíblico tal como lo conocemos en la actualidad. Hoy, después de 2,000 años de historia, nos parece muy normal aceptar las verdades del cristianismo ortodoxo. Pero para los cristianos que vivieron en el primer siglo no fue así de sencillo. Ellos se veían confrontados con grandes desafíos en cada oportunidad. Algunos de esos desafíos tenían que ver con ser acusados del pecado de idolatría por creer en la divinidad de un hombre que se hacía llamar el “Cristo”. Otro de los desafíos a los que ellos se enfrentaron fueron las barreras raciales que separaban a los gentiles de los judíos.

Estos dos desafíos fueron lo suficientemente fuertes como para generar las primeras controversias en la iglesia apostólica del primer siglo. Por un lado, estaban aquellos judíos celosos guardianes de la Ley que veían en las afirmaciones de Jesús un gran pecado de blasfemia cuando afirmaba que él era Hijo de Dios. No es pues de sorprendernos que muchos de estos mismos líderes judíos miraran con desprecio a los primeros discípulos y tildaran al incipiente grupo de creyentes como una de las tantas sectas judías.

Por otro lado se encontraban aquellos judíos que veían a los gentiles como animales y lo menos que deseaban era asociarse con ellos en ninguna clase de relaciones humanas. Aún aquellos judíos que supuestamente habían abrazado la fe y creían en Cristo como el Mesías prometido, todavía creían que esta fe debería quedarse dentro de los límites nacionales de Israel y rehusaban aceptar que los gentiles también fueran participantes junto con ellos de esos beneficios espirituales. Estos dos desafíos dio inicio a una de las primeras herejías que sacudieron a la iglesia cristiana en sus mismos inicios: los Judaizantes.

Un poco de historia

Como cristianos del siglo XXI, tal vez nos sintamos tentados a juzgar precipitadamente a los religiosos judíos tildándolos de “intolerantes” y personas de “mente cerrada” al rehusar aceptar la divinidad de Cristo y rechazar a los gentiles. Sin embargo, es necesario comprender el porqué los judíos eran tan cuidadosos de no cometer el pecado de idolatría ni querer mezclarse con gentiles. Fue el pecado de idolatría lo que trajo la ira de Dios sobre ellos resultando en el cautiverio babilónico algunos siglos atrás. Después del exilio babilónico regresaron a su país bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías con la resolución de nunca más repetir el mismo pecado que los había llevado cautivos a Babilonia.

Cuando Cristo nació, el clima político y religioso se encontraba más volátil que nunca. Varios grupos religiosos intentaban recuperar la pureza del judaísmo. Los Hasidim y los Esenios son un ejemplo. Otros grupos tales como los Fariseos intentaban observar la Ley al pie de la letra y enseñar a otros a hacer lo mismo. En el aspecto político, los judíos se habían involucrado años atrás en una lucha para defender su hegemonía nacional en contra de algunos invasores bajo el mando de los Macabeos. La persecución de los judíos por parte de Antioco Epífanes hizo que ellos detestaran aún más a los gentiles y su respectiva idolatría. Las diez tribus judías ya se habían mezclado con los gentiles dando como resultado a los Samaritanos y desvaneciéndose así, los tan acariciados deseos de muchos judíos nacionalistas: poder recuperar una vez más las glorias del reino que experimentaron bajo el liderazgo de David y Salomón.

A través de todo su ministerio terrenal, Cristo se vio asediado por los Escribas, los Saduceos y principalmente los Fariseos. Cristo no hacía excepción de personas y eso exasperaba a los Fariseos. El comía con los publicanos y pecadores, no rehusaba conversar con las prostitutas, tocaba a los leprosos y los sanaba, aceptaba a los despreciados gentiles mostrándoles su gracia y misericordia. Esta actitud de Jesucristo enfurecía a la elite religiosa, los cuales creían que si fuera un verdadero profeta no actuaría tal como él lo hacía. Finalmente, ellos acordaron darle muerte y acabar de una vez por todas con la amenaza que ellos veían personificada en el carpintero de Nazaret.

Philip Schaff escribe lo siguiente en su magistral obra “History of the Christian Church”:

“Los judíos habían exhibido su obstinada incredulidad y amargo odio hacia el evangelio con la crucifixión de Cristo, el apedreamiento de Esteban, la ejecución de Jacobo, los repetidos encarcelamientos de Pedro y Juan, el trato salvaje hacia el apóstol Pablo y el asesinato de Santiago el Justo. No es ninguna sorpresa que el temible juicio de Dios por fin visitara esa ingratitud, cayendo sobre ellos en la destrucción de la santa ciudad y el templo, de la que los cristianos escaparon al refugiarse en Pella. Pero ese trágico destino pudo quebrar solo el poder nacional de los judíos, pero no su odio por el cristianismo. Ellos fueron los responsables por la muerte de Simeón el obispo de Jerusalén (107); y fueron particularmente activos en la quema de Policarpo de Esmirna e inflamaron la violencia de los gentiles al calumniar a la secta de los Nazarenos” (Philip Schaff, “History of the Christian Church”, p.37, Hendrickson Books, 2006 vol. 2, 3ª impresión).

Después de la muerte y resurrección de Cristo, los discípulos seguían siendo judíos quienes aceptaban sin cuestionar el Antiguo Testamento como Palabra de Dios. Pero con la resurrección de Cristo, algo radical había sucedido. Ahora se reunían los domingos en vez de los sábados para adorar al Cristo resucitado, para participar de la comunión y el partimiento del pan y para bautizar a los nuevos creyentes que profesaban fe en Jesucristo. De repente, esos mismos discípulos judíos se enfrentaron con algo que no esperaban: la conversión al cristianismo tanto de gentiles como de samaritanos. Esto trajo como resultado la primera controversia doctrinal. Ahora los discípulos tenían que resolver uno de los más grandes desafíos que tenían por delante: definir claramente cuales eran los requisitos para que los gentiles que habían creído en el evangelio, pudieran ser aceptados en la familia de Dios al igual que los creyentes judíos. Este será nuestro enfoque en la segunda parte de este artículo.

Daviel D’Paz

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